Todos nos sentimos diferentes al resto, con nuestros propios problemas, nuestra propia manera de sentir y de mirar al cielo por las mañanas, tratando, como hacen las flores, de llegar primero a los madrugadores rayos de luz.
A pesar de ello estamos obligados a rodearnos de esa gente tan distinta a nosotros, esa gente que está loca, esa gente que no tiene ni puta idea, esa gente que va por la vida sin pensar....esa gente. Bonita manera de ver en los demás lo que, según nosotros, no está en uno mismo, porque claro, uno es diferente claro.
El frío ha llegado, la gente se atropella en la búsqueda de regalos para estas navidades y las colas en la Fnac son tan grandes que cuando vas a pagar ya se te olvidó qué era lo que compraste. La tarjeta de crédito te lo recordará y cuando llegues a casa pensarás en lo poco que te apetecen las aglomeraciones familiares, las comidas a base de vacas rellenas de pajaritos fritos y las resacas de 48 horas. ¡Qué pereza estar con tu gente!
A pesar de todo y de nada, de que cada vez te pareces menos a tus amigos de toda la vida y de que hace tiempo que perdimos la noción de las cosas importantes, el fantasma de la Navidad llama a tu puerta para sacarte a rastras de tus ensoñaciones diurnas, cogerte por el cuello como a Ebenezer Scrooge y recordarte que no sólo de guitarras y música vive el hombre. Tu gente está ahí para ti y eso no cambia a pesar de los problemas de herencias, los rifirrafes entre hermanos, las malditas circunstancias de la vida y el bueno de Ramón García y su capa en la Puerta del Sol.
Esta noche estaré rodeado de gente ebria de felicidad y de otras cosas, de esa gente que no tiene ni puta idea y de que a pesar de todos sus problemas, celebrará la llegada del 2010 con los suyos. Yo estaré a 100 kilómetros de casa pero agradecido de que mi gente esté pensando en mí. Y que Dios nos bendiga a todos unas 2010 veces.
“La Navidad es la época del año en que se nos acaba el dinero antes que los amigos” Larry Wilde
Crónicas de Yuma Vol. Final
Para Mery
Coconuts on the beachfront no es un bar de alterne sino un chiringuito de playa, aunque quién lo diría a partir de las 12 de la noche.
Nada interesante que reseñar excepto la decoración a base de gárrulos emparejados, en trámite de irse solos a la cama y muy mal acostumbrados a que la banda de turno genere pequeñas dosis de placer con versiones de Allman Bros., Gov't Mule y Black Crowes.
Todos ellos y ellas, reciben el estimulante apelativo norteño de rednecks. Cuellos rojos, para aquellos nacidos involuntariamente entre los Pirineos y el estrecho de Gibraltar. Palurdos, en definitiva.
Esto es el Dirty South, el sur de Florida, el lugar donde se prueban los cohetes rellenos de personas que se envían dirección el espacio exterior.
El sur, con sus pick-ups, las camisetas con absurdos logos de spots playeros, los pantalones vaqueros cortados dejando ver el entrecejo de las rodillas, las gorras de STP....Todo ello es el equivalente al fino, las sevillanas, Marbella y sus monumentos al mal gusto construidos en lugares prohibidos, los aprendices de Jesús Gil y los jornaleros, el olor a crema y los taper-ware forrados de paella en la playa.
A pesar de los puntos en común nunca me dio por el sur cañí, con sus procesiones rocieras y sus casetas bajo el sol de Abril. Por el contrario, siempre me fascinó este mundo lleno de clones de Stallone en Yo el Halcón, con camiones más grandes que la carretera y un mar color chocolate ensuciando la costa.
Este lugar se encuentra dentro de un país donde aquel que vale para hacer algo grande tiene las puertas abiertas de par en par. Quizá se trate de un espejismo recurrente en los neófitos como yo, pero las condiciones de partida para tocar el cielo son una realidad. En España, el camino está despejado para que uno haga las maletas y se vaya, regresando a casa cuando el prestigio te inyecta la dosis necesaria para volver a los territorios patrios tras años de conquistas en el extranjero.
A veces lo más importante para el hombre no es hacerlo sino saber que puede hacerlo y este estado se traduce en valor para intentar, lo que sea, pero intentarlo.
Yuma es un país grande y no sólo en extensión y aunque el sueño americano no exista todos vivimos de él y en él.
Tan sólo espero encontrarme en Segovia y rodeado de los míos cuando me despierte del mío, dónde es posible hacer lo que amas de verdad y donde de verdad quieres estar.
“Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar” Antonio Machado”
Yo cantaba mientras aquella señora, entrada en años, carnes y con un abrigo de piel de zorro muerto azuzaba a su marido, que a su vez exigía inmediatamente la hoja de reclamaciones.
Él, marido, esposo, amante y defensor a ultranza de la justicia conyugal, se comportaba como una marioneta en manos del maestro titiritero. Apenas tenía nada más que decir cuando otro codazo, procedente de la susodicha mujer, actuaba como una picadura de avispa. Volvía a la carga, como el quinto, un ejemplar astifino, bragas y coliblanco, exigiendo que le compensaran por dicho ultraje.
Yo continuaba canturreando el I’m so tired de los Beatles, disfrutaba del paisaje y me moría de risa al ver cómo las parejas se convierten en bestias de dos cabezas. Dos corazones, un solo cerebro y una enorme incapacidad para darse cuenta de que a veces no merece la pena exigir algo por el simple hecho de que tu media naranja así lo solicite.
Lo siento caballero- se disculpaba apesadumbradamente la chica tras el mostrador- pero no podemos hacer nada ya que se trata de un problema con su tarjeta. Si lo considera conveniente podemos redactar un escrito que le valdrá como justificante......
-Usted no sabe quién soy yo- soltó de pronto el espécimen Neardental.
ZZZZZAPPPP!!!.Esta frase me llegó al mentón como un directo en la mandíbula del Terror del Garden. Todo se detuvo durante un instante, cómo en una película en la que de pronto el realizador grita corten y se vuelve a la dura y deshumanizada realidad. Eso ya no era gracioso y en mi mente sólo había espacio para una cosa: darle a ese tipo un par de ostias seguidas por el siguiente adjetivo: Insolente.
No sé por qué pero tuve la absoluta certeza de que todos los que presenciaban la escena sintieron la misma necesidad. Nada tenía sentido en ese momento y el hombre, incapaz de lidiar con su propio hedor, abandonó el lugar bajo la escrutiñadora mirada de su esposa.
-Vaya, qué cerca está la tragedia de la comedia- pensé para mis adentros mientras un perro mil-leches orinaba en los escalones de la tienda. Suerte tienen los animales de ser, eso precisamente, animales y no acercarse nunca al nivel de la especie más evolucionada.
-Por favor Lennon, sigue cantando para mí- pensé para mis adentros mientras me alejaba caminando con el Ipod en el bolsillo.
-Cantalá otra vez.
"No necesito amigos que cambian cuando yo cambio y que asienten cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor." Plutarco
Él, marido, esposo, amante y defensor a ultranza de la justicia conyugal, se comportaba como una marioneta en manos del maestro titiritero. Apenas tenía nada más que decir cuando otro codazo, procedente de la susodicha mujer, actuaba como una picadura de avispa. Volvía a la carga, como el quinto, un ejemplar astifino, bragas y coliblanco, exigiendo que le compensaran por dicho ultraje.
Yo continuaba canturreando el I’m so tired de los Beatles, disfrutaba del paisaje y me moría de risa al ver cómo las parejas se convierten en bestias de dos cabezas. Dos corazones, un solo cerebro y una enorme incapacidad para darse cuenta de que a veces no merece la pena exigir algo por el simple hecho de que tu media naranja así lo solicite.
Lo siento caballero- se disculpaba apesadumbradamente la chica tras el mostrador- pero no podemos hacer nada ya que se trata de un problema con su tarjeta. Si lo considera conveniente podemos redactar un escrito que le valdrá como justificante......
-Usted no sabe quién soy yo- soltó de pronto el espécimen Neardental.
ZZZZZAPPPP!!!.Esta frase me llegó al mentón como un directo en la mandíbula del Terror del Garden. Todo se detuvo durante un instante, cómo en una película en la que de pronto el realizador grita corten y se vuelve a la dura y deshumanizada realidad. Eso ya no era gracioso y en mi mente sólo había espacio para una cosa: darle a ese tipo un par de ostias seguidas por el siguiente adjetivo: Insolente.
No sé por qué pero tuve la absoluta certeza de que todos los que presenciaban la escena sintieron la misma necesidad. Nada tenía sentido en ese momento y el hombre, incapaz de lidiar con su propio hedor, abandonó el lugar bajo la escrutiñadora mirada de su esposa.
-Vaya, qué cerca está la tragedia de la comedia- pensé para mis adentros mientras un perro mil-leches orinaba en los escalones de la tienda. Suerte tienen los animales de ser, eso precisamente, animales y no acercarse nunca al nivel de la especie más evolucionada.
-Por favor Lennon, sigue cantando para mí- pensé para mis adentros mientras me alejaba caminando con el Ipod en el bolsillo.
-Cantalá otra vez.
"No necesito amigos que cambian cuando yo cambio y que asienten cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor." Plutarco
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-Ponte esto- me dijo una rubia ni fea ni guapa, ni joven ni vieja, mientras me indicaba con el dedo el número de la sala.
-A mano derecha está el matadero. No se olvide de la máscara.
-Gracias, ahora tengo la sensación de que podría atracar un banco a punta de guitarra- le dije mientras me alejaba como en una peli del oeste.
Caminé a lo largo del frío pasillo y no vi a nadie con un corazón en el pecho. Nadie. Privados, una sala de ordenadores, carteles con las palabras GRIPE A en rojo mayúsculo, el suelo impoluto reflejando la luz de los halógenos y unas sillas moradas que le dan un toque moderno pero fuera de lugar. Ni un alma en la sala.
El ruido del sistema de ventilación del hospital zumba en mis oídos como la guitarra de Kerry King. Ahora ya estoy en manos de la Sanidad Pública y debo esperar civilizadamente un turno que se hace de rogar. Me siento y espero.
Tengo hambre, a pesar del dolor de cabeza, y pienso en el posible diagnóstico: Enfermo por sobredosis de “blues” sonando en buena compañía a horas muy malas, con el termómetro arrastrándose por los suelos y el abrigo en el perchero.
Los hospitales son un cruce de caminos. Por el oeste la muerte cabalga rápidamente con cara de pocos amigos. Por el este, y con el sol a sus espaldas aparece la vida, a lomos de Sombragris y cargada de toneladas de esperanza y proyectos. Desde el norte llegan los diagnósticos y sus bofetadas, que consiguen quitarte las ganas de seguir pisando arenas movedizas. Hacia el sur, la enfermeras te cuidan, llevándote por encima de las nieves del Kilimanjaro.
En el cruce, uno que pasaba por allí, aturdido, con el “klinnex” arrugado pasando calor en el bolsillo, que se da cuenta de lo poco que somos cuando vemos nuestra silueta en los limpios suelos de este lugar. La vida es una lucha a muerte en medio del desierto cuyo silencio siempre se rompe con el llanto de un recién nacido y el You must belive in the spring de Bill Evans como hilo musical.
Con la baja en la mano, regreso a casa y disfruto de este día enmascarado, lluvioso y gris. Un día menos en la receta pero a fin de cuentas un día mas que le robé al mes de Diciembre. La primavera está más cerca.
“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. Khalil Gibran
-A mano derecha está el matadero. No se olvide de la máscara.
-Gracias, ahora tengo la sensación de que podría atracar un banco a punta de guitarra- le dije mientras me alejaba como en una peli del oeste.
Caminé a lo largo del frío pasillo y no vi a nadie con un corazón en el pecho. Nadie. Privados, una sala de ordenadores, carteles con las palabras GRIPE A en rojo mayúsculo, el suelo impoluto reflejando la luz de los halógenos y unas sillas moradas que le dan un toque moderno pero fuera de lugar. Ni un alma en la sala.
El ruido del sistema de ventilación del hospital zumba en mis oídos como la guitarra de Kerry King. Ahora ya estoy en manos de la Sanidad Pública y debo esperar civilizadamente un turno que se hace de rogar. Me siento y espero.
Tengo hambre, a pesar del dolor de cabeza, y pienso en el posible diagnóstico: Enfermo por sobredosis de “blues” sonando en buena compañía a horas muy malas, con el termómetro arrastrándose por los suelos y el abrigo en el perchero.
Los hospitales son un cruce de caminos. Por el oeste la muerte cabalga rápidamente con cara de pocos amigos. Por el este, y con el sol a sus espaldas aparece la vida, a lomos de Sombragris y cargada de toneladas de esperanza y proyectos. Desde el norte llegan los diagnósticos y sus bofetadas, que consiguen quitarte las ganas de seguir pisando arenas movedizas. Hacia el sur, la enfermeras te cuidan, llevándote por encima de las nieves del Kilimanjaro.
En el cruce, uno que pasaba por allí, aturdido, con el “klinnex” arrugado pasando calor en el bolsillo, que se da cuenta de lo poco que somos cuando vemos nuestra silueta en los limpios suelos de este lugar. La vida es una lucha a muerte en medio del desierto cuyo silencio siempre se rompe con el llanto de un recién nacido y el You must belive in the spring de Bill Evans como hilo musical.
Con la baja en la mano, regreso a casa y disfruto de este día enmascarado, lluvioso y gris. Un día menos en la receta pero a fin de cuentas un día mas que le robé al mes de Diciembre. La primavera está más cerca.
“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. Khalil Gibran
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