-Ponte esto- me dijo una rubia ni fea ni guapa, ni joven ni vieja, mientras me indicaba con el dedo el número de la sala.
-A mano derecha está el matadero. No se olvide de la máscara.
-Gracias, ahora tengo la sensación de que podría atracar un banco a punta de guitarra- le dije mientras me alejaba como en una peli del oeste.
Caminé a lo largo del frío pasillo y no vi a nadie con un corazón en el pecho. Nadie. Privados, una sala de ordenadores, carteles con las palabras GRIPE A en rojo mayúsculo, el suelo impoluto reflejando la luz de los halógenos y unas sillas moradas que le dan un toque moderno pero fuera de lugar. Ni un alma en la sala.
El ruido del sistema de ventilación del hospital zumba en mis oídos como la guitarra de Kerry King. Ahora ya estoy en manos de la Sanidad Pública y debo esperar civilizadamente un turno que se hace de rogar. Me siento y espero.
Tengo hambre, a pesar del dolor de cabeza, y pienso en el posible diagnóstico: Enfermo por sobredosis de “blues” sonando en buena compañía a horas muy malas, con el termómetro arrastrándose por los suelos y el abrigo en el perchero.
Los hospitales son un cruce de caminos. Por el oeste la muerte cabalga rápidamente con cara de pocos amigos. Por el este, y con el sol a sus espaldas aparece la vida, a lomos de Sombragris y cargada de toneladas de esperanza y proyectos. Desde el norte llegan los diagnósticos y sus bofetadas, que consiguen quitarte las ganas de seguir pisando arenas movedizas. Hacia el sur, la enfermeras te cuidan, llevándote por encima de las nieves del Kilimanjaro.
En el cruce, uno que pasaba por allí, aturdido, con el “klinnex” arrugado pasando calor en el bolsillo, que se da cuenta de lo poco que somos cuando vemos nuestra silueta en los limpios suelos de este lugar. La vida es una lucha a muerte en medio del desierto cuyo silencio siempre se rompe con el llanto de un recién nacido y el You must belive in the spring de Bill Evans como hilo musical.
Con la baja en la mano, regreso a casa y disfruto de este día enmascarado, lluvioso y gris. Un día menos en la receta pero a fin de cuentas un día mas que le robé al mes de Diciembre. La primavera está más cerca.
“En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente”. Khalil Gibran
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