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Yo cantaba mientras aquella señora, entrada en años, carnes y con un abrigo de piel de zorro muerto azuzaba a su marido, que a su vez exigía inmediatamente la hoja de reclamaciones.
Él, marido, esposo, amante y defensor a ultranza de la justicia conyugal, se comportaba como una marioneta en manos del maestro titiritero. Apenas tenía nada más que decir cuando otro codazo, procedente de la susodicha mujer, actuaba como una picadura de avispa. Volvía a la carga, como el quinto, un ejemplar astifino, bragas y coliblanco, exigiendo que le compensaran por dicho ultraje.
Yo continuaba canturreando el I’m so tired de los Beatles, disfrutaba del paisaje y me moría de risa al ver cómo las parejas se convierten en bestias de dos cabezas. Dos corazones, un solo cerebro y una enorme incapacidad para darse cuenta de que a veces no merece la pena exigir algo por el simple hecho de que tu media naranja así lo solicite.

Lo siento caballero- se disculpaba apesadumbradamente la chica tras el mostrador- pero no podemos hacer nada ya que se trata de un problema con su tarjeta. Si lo considera conveniente podemos redactar un escrito que le valdrá como justificante......
-Usted no sabe quién soy yo- soltó de pronto el espécimen Neardental.
ZZZZZAPPPP!!!.Esta frase me llegó al mentón como un directo en la mandíbula del Terror del Garden. Todo se detuvo durante un instante, cómo en una película en la que de pronto el realizador grita corten y se vuelve a la dura y deshumanizada realidad. Eso ya no era gracioso y en mi mente sólo había espacio para una cosa: darle a ese tipo un par de ostias seguidas por el siguiente adjetivo: Insolente.

No sé por qué pero tuve la absoluta certeza de que todos los que presenciaban la escena sintieron la misma necesidad. Nada tenía sentido en ese momento y el hombre, incapaz de lidiar con su propio hedor, abandonó el lugar bajo la escrutiñadora mirada de su esposa.
-Vaya, qué cerca está la tragedia de la comedia- pensé para mis adentros mientras un perro mil-leches orinaba en los escalones de la tienda. Suerte tienen los animales de ser, eso precisamente, animales y no acercarse nunca al nivel de la especie más evolucionada.
-Por favor Lennon, sigue cantando para mí- pensé para mis adentros mientras me alejaba caminando con el Ipod en el bolsillo.
-Cantalá otra vez.

"No necesito amigos que cambian cuando yo cambio y que asienten cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor." Plutarco

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