Siempre ha habido clases y clases. Ciudadanos de segunda y otros que apenas tocan el suelo con sus dedos gordos del pié. Ambos comparten el mismo genotipo pero su ADN es diferente. Ambos son amasijos de carne, yendo al W.C. varias veces al día y bombeando sangre 70 veces por minuto hacia sus maltrechos corazones, pero existe un elemento diferenciador que sitúa a unos en la cima y a otros en las alcantarillas.
Tatchan!!!!! El jodido dinero y el poder que este papel sobado otorga a su portador.
Parece ser que aquellos que lo poseen son individuos intocables, una especie de monarcas elegidos por la gloria de Dios, y cuyo diccionario no incluye la palabra NO.
Olvídate de lo que estás haciendo, es íntimo del director y posee una fortuna incalculable. Sal ahí y saca tu lengua para complacer todos sus deseos- se oye por los burladeros empresariales a su paso.
Empujados por esa responsabilidad irreal, uno, que no deja de ser un simple asalariado por una actividad destinada a los bufones de la corte, se acerca a esos semidioses con la sensación de que cada palabra es determinante para mantenerlos contentos.
La sensación se hace incluso dolorosa cuando llega el momento del no.
-No, no nos queda- está considerado como un ultraje, una ofensa personal contra estos manitús que lo quieren todo aquí y ahora y si no hay, pues lo pintas.
Todo empeora cuando, mirando a tu alrededor, la admiración hacia ellos se puede rajar con un cuchillo. ¿Admirarles por tener dinero?. Creo que me he perdido.....
Yo admiro a Bukowsky, Ginsberg, Hendrix, Morrison, Basquiat, Rimbaud y un largo etcétera de negros, maricones y drogadictos que fueron rechazados de pleno por esta jerarquía de adinerados. Ellos no frecuentaban las fiestas bañadas con Cristal, y casi siempre olvidaban sus carteras en la barra de un bar, pero desde sus alcantarillas observaban todas las noches las estrellas.
“ El dinero no es nada, pero mucho dinero, eso ya es otra cosa” George Bernard Shaw
Le llaman Rufus
Llevaba tiempo buscándolo. Removí Roma con Las Vegas y miré debajo de la cama si por una casualidad allí aparecía. Pero, como cuando llega el amor, lo encontré en un teatro con aroma a circo. Le llaman Rufus y le apellidan con el impronunciable Wainwright. Es músico y el miércoles si hizo acompañar por un piano de cola y un largo vestido que recordaba a la bruja mala de la Bella Durmiente.
Ahí estaba él, con los ojos cerrados y solicitando que nos guardáramos las palmas de las manos en los bolsillos entre canción y canción, por aquello de no romper la magia.
Madre mía, otra vez un tipo que se toma demasiado en serio- pensaba mientras me recostaba en mi potro de tortura y apoyaba mi cabeza sobre el respaldo del vecino de enfrente.
Fueron 30 minutos de silencio roto por sus canciones y el color negro del escenario. No hubo gestos, ni el mínimo contacto con su audiencia. Tocaba para él y nadie más.
Llegó el fin de la primera parte. Una cerveza a medias y sonaba la campana que daba inicio al segundo pase.
En el escenario, Rufus, pero distinto del que acabábamos de ver tocado con plumas.. Ahora sonreía, contaba historias, se equivocaba, se acordaba de su madre, fallecida apenas unos meses. Tocaba para todos y cada uno de nosotros. Era humano, frágil, simpático, espontáneo, en las antípodas del primer Rufus.
Fue ahí cuando me di cuenta del hallazgo. Era la primera vez que veía dos caras de un mismo músico tan opuestas y a la vez tan complementarias. Dos caras que pueden ser dos caretas pero al mismo tiempo tan reales como la que tiene cuando se toma la última en algún bar de la 5ª Avenida de NY.
Todos tenemos muchas caras, dependiendo del segundo en el que estemos, pero pocos somos capaces de mostrarlas públicamente y convencer a todos de que lo que allí ha pasado a sido algo real. De nosotros depende.
Un viejo estaba hablando con su nieto. Le decía:
- "Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión".
El nieto preguntó:"Abuelo, dime, Cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?. El abuelo contestó:-Aquel que yo alimente" Proverbio Indio
Ahí estaba él, con los ojos cerrados y solicitando que nos guardáramos las palmas de las manos en los bolsillos entre canción y canción, por aquello de no romper la magia.
Madre mía, otra vez un tipo que se toma demasiado en serio- pensaba mientras me recostaba en mi potro de tortura y apoyaba mi cabeza sobre el respaldo del vecino de enfrente.
Fueron 30 minutos de silencio roto por sus canciones y el color negro del escenario. No hubo gestos, ni el mínimo contacto con su audiencia. Tocaba para él y nadie más.
Llegó el fin de la primera parte. Una cerveza a medias y sonaba la campana que daba inicio al segundo pase.
En el escenario, Rufus, pero distinto del que acabábamos de ver tocado con plumas.. Ahora sonreía, contaba historias, se equivocaba, se acordaba de su madre, fallecida apenas unos meses. Tocaba para todos y cada uno de nosotros. Era humano, frágil, simpático, espontáneo, en las antípodas del primer Rufus.
Fue ahí cuando me di cuenta del hallazgo. Era la primera vez que veía dos caras de un mismo músico tan opuestas y a la vez tan complementarias. Dos caras que pueden ser dos caretas pero al mismo tiempo tan reales como la que tiene cuando se toma la última en algún bar de la 5ª Avenida de NY.
Todos tenemos muchas caras, dependiendo del segundo en el que estemos, pero pocos somos capaces de mostrarlas públicamente y convencer a todos de que lo que allí ha pasado a sido algo real. De nosotros depende.
Un viejo estaba hablando con su nieto. Le decía:
- "Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión".
El nieto preguntó:"Abuelo, dime, Cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?. El abuelo contestó:-Aquel que yo alimente" Proverbio Indio
EL eterno retorno
23 años y una historia similar separan y unen estas dos fotos. El alma del Boss fue robada a la salida de un concierto con la E Street Band, en un periodo en el que éste fue condenado legalmente a no poder grabar y a tocar compulsivamente para no morir en el intento. Ya en el 76, su eterno secuaz Little Steven le cubría las espaldas en todos sus shows y en esta foto hace lo propio. A la derecha del padre, los afortunados que esperan la salida del último gran icono americano, entonces un tipo con pinta de camionero adolescente.
23 años más tarde la imagen se repite, cambiando las calles de Nueva York por las de Madrid. Ahora es el Vanity Fer quien desafía a la cámara con su pose de Jesucristo agitanado. La misma mirada, la misma intensidad y el mismo cuero negro protegiéndole del invierno de la Gran Vía. A su diestra, Rat y su cara de galán forzado y algo tocado tras haber expiado sus demonios en uno de sus últimos conciertos en la capital.
Completa el flashazo un diamante pulido y borracho de talento y generosidad llamado Pablo y una puta rumana con cara de iros al infierno.
23 años son muchos y al mismo tiempo son nada. Seguimos teniendo la suerte de salir a al calor de la noche tras un concierto y seguir desafiando al destino todos los días en busca de aquello que más deseamos. Da lo mismo que todo esté en nuestra contra y que sólo contemos con la ayuda de un puñado de amigos dispuestos a hacer cualquier cosa por unas cervezas y un pincho de tortilla. Mientras haya fuego en la mirada de alguno seremos capaces de repetir esta fotografía cada cierto tiempo.
El final será distinto y otros actores interpretarán a los personajes pero la historia será la misma día tras día, año tras año, repitiéndose en un eterno retorno.
"Evidentemente, la vida es un largo proceso de deterioro" F. S. Fitzgerald
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