Así que es cierto. No se trataba de la típica conversación de urinario en la que dos tipos absolutamente borrachos intentan llegar a comunicarse. Precisamente uno de esos dos era yo.
Del uno tengo un vago recuerdo pero el otro quedó grabado en mis pocas neuronas ilesas: el alcalde de New York está dispuesto a enterrar bajo el cemento el parque de atracciones de Coney Island, monumento cinematográfico de la ciudad donde los edificios tocan el cielo y la gente se viene abajo.
No pierdo la esperanza y seguramente podremos disfrutar de otro rascacielos más en ese lugar, añadiéndolo a la larga lista de cadáveres costeros a los que tan aficionados somos en este país con forma de cabeza. ¡¡España!!
Un segundo más tarde una visión más aterradora se aparcó en doble fila en mi cabeza. Apuntar con el coche hacia el horizonte y observar con una distancia prudencial el perfil de Benidorm, pueblecito costero de lo más “cuco” que se ha visto sometido al yugo de los billetes y la ambición elevada más allá de las nubes. Sin salir de los límites segovianos encontraríamos su némesis regional en ese cementerio inmobiliario del Upper East Side del Pontón Alto o esas maravillosas “obras de arte”, luminosas como luciérnagas cibernéticas con el Acueducto como attrezzo.. .Suma y sigue.
Parece ser que la ambición en forma de cemento no tiene límites y no sólo eso sino que convierte a sus abanderados en modelos a seguir. El hecho de pensar que mi máxima aspiración es escribir ENORMES canciones en playas particulares me convierte en un iluso con los bolsillos vacios, el corazón como las cosas tontas y los pies llenos de arena.
“La ambición en sí no es más que la sombra de un sueño" William Shakespeare
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