Rifles de ánima rayada

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Sigo tratando de encontrar canciones perdidas en lugares todavía más recónditos, que me permitan de una vez por todas salir a la superficie y poder respirar. En el camino me voy topando con enormes músicos, tipos que me hacen pensar en aquellas pelis de Sergio Leone con una salvedad, el guión no tiene lugar en los eriales murcianos y los sombreros de cowboy son reemplazados por boinas a rosca o Stetson a 150 euros la unidad.

Son cañoneros, pistoleros a sueldo, forajidos que andan detrás de la próxima cabeza a la que pusieron precio y PUM!!, disparan sus instrumentos sin que les tiemble el pulso. Me asombra comprobar cómo algunos son rifles de ánima lisa, escupiendo balas que rotan aleatoriamente y de cortos vuelos, cuyas vidas parecen estar en el filo de la navaja. Son del tipo, “éste acabará fatal”, pero cuentan con tal leyenda e historial que se convierten en referencia a la hora de ponerse los guantes y salir a tumbar la próxima canción. En la otra esquina, los rifles de ánima rayada, llegan más lejos, los proyectiles son mucho más estables y poseen un sentido de rotación determinado que les permite rasgar el centro de la diana. Son del tipo, “este es un hombre de negocios no un artista”, son respetados por la “Cuenta de Pérdidas y Ganancias” y se cubren de todo menos de gloria.

A pesar de las diferencias, que se hacen más patentes después de la medianoche, los dos necesitan de ese hombre llamado “Ninguno”, una suerte ángel protector rubio y con ojos azules que les concede el tiempo necesario para seguir trotando con el sol a las espaldas y la posibilidad de enterrar su pasado bajo toneladas de música.

“Sea un grano de arena o una roca, en el agua se hunden de igual manera” , sacado de la película Old Boy. Obligatorio verla.

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