Una caja de cartón

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Poliquetos, Equiuridos, sipuncúlidos, pogonóforos y tardígrafos, leía en una nota que se escapaba furtivamente de entre las hojas del libro que sostenía entre mis manos.
Sucedía mientras hacía la cola en Correos y , los que esperaban, desesperaban por problemas con los números, convirtiéndose en niños con la baba colgando.
No pude dejar de preguntarme qué es lo que hace que seamos capaces de convivir todos juntos en una ciudad de varios millones y de repente, ¡Rasss!, de vuelta a las cavernas.

Tras agarrar por el cuello a mi turno, y disfrutar de la foto de nuestro monarca galán, puesto en la tierra por obra de Dios, me di de bruces con el mostrador y las gafas de aquel tipo, que me recordaba peligrosamente a Ezequiel, mi profesor de Historia en el Instituto.
-No entiendo cómo la gente se lía con esto. Sólo hay que apretar el botón y esperar - decía mientras le daba el último bombón a su compañero que, apesadumbrado, había anunciado a todos que era su 70 cumpleaños.
-¡ Mal día el de hoy!- repetía el otro auto compadeciéndose. Joder, este hombre ha vivido una vida y media más que yo. Sólo por eso debería estar exultante pensaba para mis adentros mientras miraba de arriba abajo a la preciosa rubia que mandaba un giro postal a Sevilla.
Puse la enorme caja que traía encima del mostrador y como buen capataz, escribí los datos del remitente y el destinatario en las casillas, mirando por última vez su contenido.
-Son 22 kilos y van para Irlanda- espeté al doble de Ezequiel que, sorprendido por la dirección incluida, me preguntó: ¿ esto para quién es?.
-Para una chica- respondí con cara de besugo.

Muchas cosas han pasado en los últimos cinco años. Subidones, bajones, conciertos en salas vacías, solos de Rory Gallagher y Freddie King, idas, venidas, muchos besos y broncas, promesas, contratos, regalos de última hora y largas noches que acaban en amaneceres junto al Sena y el “karaoke” de Plaza de España.
-Realmente no entiendo nada- dije mientras pagaba el importe.- Todo este tiempo vivido reducido a una caja de cartón. Eso es todo lo que queda.

"He visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo, como lágrimas...en la lluvia...Es hora, de morir". Roy Batí el malo no tan malo de Blade Runner.

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